Soy ciego y, por lo tanto, mi perro Flick no sólo me ofrece cariño y compañía cada día, como haría cualquier buen amigo. Me ofrece también la posibilidad de caminar y moverme con seguridad gracias a su trabajo.
En España hay cientos de perros-guía como Flick. Perros que suponen para los ciegos el máximo grado de movilidad alcanzable y que son imprescindibles para nuestra autonomía personal. Aunque en España la consideración legal de los perros-guía se remonta al año 1983 (con el Real Decreto 3250/1983, de 7 de diciembre, por el que se regula el uso de perros-guía para deficientes visuales), para sus usuarios la discriminación sigue siendo el pan nuestro de cada día.
“Puedes entrar en la tienda, pero el perro se tiene que quedar fuera”. Esta frase la escuchamos constantemente, muchas veces incluso en Administraciones Públicas. ¿Te imaginas que se obligara a los usuarios de silla de ruedas a dejarla aparcada a la entrada de un establecimiento? Pues para nosotros prescindir de nuestro perro es como prescindir de una silla de ruedas.
Dada la inoperancia de las Administraciones Públicas para afrontar el creciente número de denuncias (con decenas de sanciones que nunca se tramitan), creo que es necesario avanzar en la regulación de los derechos, de tal forma que la inadmisión o el impedimento a la libre circulación por espacios de uso público de una persona ciega, por ir acompañada de su perro-guía, sea considerado como un delito fundamentado en discriminación por razón de su discapacidad.
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Gracias.