Qué pasaría si salieras a la calle con un antifaz y un bastón y, además de la dificultad propia de andar en la oscuridad,
te encontraras en tu camino motos aparcadas en la acera que tienes que esquivar, si es que no te tragas antes el espejo retrovisor; o si de repente te das un golpe en la cara porque un establecimiento tiene el toldo demasiado bajo para que no le entre el sol; o si te chocas con los carteles de los bares que colocan en medio del paso para que se vean bien; o si pisas la caca de un perro porque probablemente a su dueño le daba asco recogerla, o si te arañas la cara con las ramas de un árbol que no han podado…
Y qué pasaría si el semáforo sonoro que te indica cuándo puedes pasar no se oye y cuando llamas a tráfico para informar te dicen que a los vecinos les molesta el ruido; o si al llegar al paso de cebra está bloqueado por un coche y el conductor cuando aparece te dice que no pasa nada, que han sido sólo dos minutos… Qué pasaría si de repente aparece un grupito de chicos en monopatín y tú te quedas pensando si te van a atropellar o no, o si vas con miedo porque están jugando al fútbol en una zona peatonal y vete tú a saber si vas a acabar siendo el blanco del balón.
Si en vez de con bastón salieras con un perro guía vas a sentir un gran alivio porque él sí puede esquivarte los obstáculos y avisarte de los escalones, pero no creas que mucho más. El recorrido tienes que indicárselo tú y también tienes que controlar que no se despiste cuando la gente lo distrae porque es que “ay, si es que es tan bonito…”, o cuando se lanza a por un trozo de pan que alguien en vez de tirarlo a la papelera ha preferido dejarlo caer al suelo. Y lo peor de todo, si aparece un perro suelto estás perdido porque se acerca a saludar al tuyo, que va trabajando, y lo revoluciona con la inseguridad que se te mete en el cuerpo porque pierdes el control del espacio, y encima el dueño te dice que no pasa nada, que su perro es muy bueno.
Al llegar a casa te quitarás el antifaz y habrá sido todo una aventura, pero hay mucha gente que no se lo puede quitar y tiene que vivir día tras día con muchas dificultades… Muchas de ellas se podrían evitar si la gente estuviera un poco más concienciada y todos respetáramos las normas y fuéramos mejores ciudadanos.
Qué poco costaría y cuánto bien haría…
Autor: Rita Pozuelo, ciega desde los doce años
Fisioterapeuta y estudiante de Psicología por la UNED
Miembro de la Asociación de Usuarios de Perros Guía de la Región de Murcia
Correo-e: ritapozuelo@gmail.com
Eso es en éste caso y en todos, pero parece ser que educar se confunde con reprimir y entonces en vez de estar bien visto enseñar a respetar, a esforzarse para conseguir objetivos desde tu mejora mediante ese esfuerzo y dedicación a tal o cual empeño se enseña a disfrutar de la vida sea cual sea tu nivel de logros y mejoras sin depender nunca el disfrute que «mereces» de los logros conseguidos mediante tus esfuerzos, es decir sin mérito alguno.